31 jul 2011

Aquel lejano recuerdo.

ADVERTENCIA:
¡EL CONTENIDO DE LA SIGUIENTE ENTRADA CONTIENE LENGUAJE EXPLICITO Y NO ES APTO PARA MENORES DE EDAD Y/O MENTES SENSIBLES Y/O PURITANOS RELIGIOSOS Y/O NECROFÍLICOS Y/O ZOOFÍLICOS. PEDÓFILOS, PUEDEN LEER, PERO DE UNA VEZ LES DIGO, LES ABURRIRÁ SABER QUE NO SE HABLA DE NIÑOS!

Las noches de verano son bastante cálidas en Veracruz, son tantos los viajes que poco recuerdo de ellos, en realidad la mayor parte de ellos son iguales, trabajo, negocios, todo el tiempo en el hotel, excepto aquel que jamás olvidaré esa noche, de ese lejano junio en aquellos remotos días corriendo el año 1971.

Por alguna extraña razón decidimos viajar juntos en esa ocasión, por cuestiones laborales jamás coincidimos, entre sus viajes a Ecuador y las exigencias de mi empleo de estar cerca de la capital, pocas veces en realidad teníamos oportunidad de tomar un descanso en compañía. Hartos de esa cotidianeidad, emprendimos un escape de todo ello, dejando toda atadura en la ciudad, cualquier tecnología capaz de hacernos volver a la vida laboral, fue meticulosamente abandonada en casa, para que nada ni nadie interrumpiera nuestra intimidad.

Salimos a dar una vuelta a escuchar el canto del viento, la luna llena nos espiaba asomando su ancha cara desde aquel húmedo horizonte en movimiento, estaba tan cerca de nosotros que alumbraba perfectamente la noche, continuamos caminando unos minutos hasta que aquel lugar cómodo nos llamó, decidimos recostarnos, observar aquel paisaje hermoso bajo el cielo, custodiados por un sinfín de estrellas testigos de la paz que se sentía esa noche.

Solos tú, y yo, escuchando esa majestuosa sinfonía entre el viento, el mar, los grillos, la noche, comenzaste a besarme, lentamente acariciabas mi rostro hasta que lograste sedarme con tus besos, audazmente notaste esa debilidad así que recorriste tu mano hacia mi cuello, al tiempo que mis manos se hacían participes de la escena, con delicadeza tocaban uno a uno tus cabellos, dejando a un lado las caricias en mi cuello y tus orejas, el calor se intensifica, pero ese viento suave recorriendo nuestros cuerpos me invita cordialmente a desplazarme hasta llegar debajo de tu blusa: tu espalda desnuda, caliente, tan tersa y sensual, no dejaba de rozarla con los dedos, recorriéndola sin dejar algún espacio sin acariciar, con mayor agilidad, una de esas manos bajaba lentamente, recorriendo todo tu pelvis hasta llegar a tu vagina, para entonces, ya se sentía humedad, lo cual me indicaba que hacer, pero decidí hacerte esperar un poco, tocando poco a poco tu pelvis, sintiendo más y más esa humedad. Mordías mis labios, tocabas mis nalgas, me besabas con desesperación, mi oreja, mi cuello, eso me tenía completamente loco de ardor. Sin importar mucho el lugar comenzaste a masturbarme y en tus ojos se reflejaba esa mirada que quería sexo oral, el único impedimento quizá en esa playa no tan desierta, era que pese a la hora, aún nadaba gente, los niños jugaban a pocos metros.
Eso hacia la situación mas y más excitante, nadie se daba cuenta aún, estabas desesperada, susurrabas en mi oído que querías que te tomara en ese momento. Tenía las más fieras ganas de morder tus pezones, de sentir tus labios húmedos haciéndome sexo oral, mi dedo entraba con facilidad en ti, ambos sentíamos esa ansiedad de ser uno y de una buena vez hacerlo, te montaste sobre mi, hice a un lado tu delicado hilo dental negro con esos interesantes detalles que desatan mis más bajos instintos. Con tu ropa interior a un lado, y esa falda veraniega muy corta, que facilitaba las cosas, rozaba con mi pene todo el exterior de tu vagina cubriéndome de esa deliciosa humedad característica de ti,

Pronto tomaste la iniciativa sin importar la gente que nos fuese a ver, la situación era tan abrumadora, te penetraba lentamente, cerrabas un poco las piernas, lo cual hacia sentir una presión ligera en mi que me volvía loco, seguía ansioso por ver tu pecho desnudo, lamer cada parte de ti. Me senté para sentir totalmente el rose de nuestras pieles apretando suavemente tus nalgas mordiendo tus labios, besando y chupando tus orejas, permitiendo salir leves suspiros directamente a tu oído, lo cual definitivamente te excitaba más y más, se sentía en la forma que tomabas mi espalda con fuerza, estábamos al borde de una muerte chiquita; cuando; vimos que se acercaban dos policías, pero aún no nos veían así que rápidamente nos separamos, ellos pasaron pronto, pero aún ansiábamos más, no podía esperar más, aún estaban cerca los policías, se alejaron un poco y aun recostada a lado de mi, solo me volteé y di la espalda a ellos, te tomé de la cintura, te acerqué hacia mi pene y lo introduje por detrás de ti.

Sentía tu interior con intensidad, cada vez más humedad, gemías satisfactoriamente, inmediatamente volvimos a tomar el ritmo, cada vez más rápido. El final se aproximaba, lo sentía en tu respiración, era tan excitante, nuestros corazones estaban a punto de estallar no podías parar, pequeñas pero constantes contracciones me indicaban que íbamos por el mejor de los caminos, ahora los gemidos estaban en mi oído, los míos en el tuyo. Y justo en ese instante sentí esa explosión que me hizo estallar a mi también, nuestros cuerpos fundidos en el mar, yéndonos cada vez más adentro de esa inmensidad, liberados en el castaño de tus ojos, en esa profundidad, simplemente volvimos de la muerte con una nueva identidad, con esa sonrisa que denota extrema felicidad.

Al abrazarnos, volteamos a nuestro alrededor, era tan mágica la noche que jamás notamos si alguien nos observó, en realidad a nadie parecía importarle, esa playa, ese momento era tan hermoso, que cada ser vivo en ese lugar, parecía estar igual de cautivado que nosotros, igual de enamorado, igual de radiante, pasamos la noche entera allí, esperando al amanecer, volvimos al hotel a recoger nuestras cosas, la vida volvía a la normalidad, no sin antes dejar un recuerdo, una noche, un instante, que en todos los viajes que he tenido, en toda la vida que he vivido, jamás habría sucedido sin la ayuda de ese hermoso paisaje, de ese lejano Veracruz, de aquella remota noche de verano, en aquellos ajetreados tiempos del año 1971.

18 jul 2011

Aquella mujer pasajera

Camino de vuelta al hogar, después de un arduo día de labores universitarias. Abordo aquel camión, y me adentro en la fría Moscú, vagando pegado a los hombros de los hermanos Karamazov, refunfuñando por lo testarudos que pueden ser, hilado y perdido en los misterios que Dostoievsky lentamente, tortuosamente y a su gusto desenreda para mí.
Jamás he podido leer a gusto de regreso a casa, siempre termino dormido en el camión (A diferencia de las mañanas, cuando sin problema alguno leo todo el camino; y que a veces - confieso - temo a pasar mi destino.) Entre baches, gente que sube y baja y uno que otro ronquido mío, hemos cruzado la ciudad, hasta llegar muy cerca de mi destino. Emprendo la ligera - y no sé porque hoy decidí realizarla más lenta - caminata a casa, viendo la vida pasar, con ese aroma a pollo estilo sinaloense del "Pollito Norteño", seguido del profundo, penetrante (pero poco apetecible por su ubicación) olor de las tortas y tacos de pastor "El Güero" que se encuentran tan solo cruzando la acera. Sigue el martirio alimentario, al pasar frente a un McDonald's, que a pesar de no ser de mi agrado el lugar, tiene un aroma atractivo acompañado de esas hermosas fotos de hamburguesas que miden el triple que mi rostro. Cesa un segundo la tortura del hambriento, en ese tramo sin restaurantes donde por alguna misteriosa razón 3 vehículos están arriba del camellón, tratando de pasar del carril de alta velocidad de la avenida al de baja, alentando y entorpeciendo la vialidad, con sus actos sin sentido, hasta que de nuevo aparece la tortura de la comida con ese casi imperceptible restaurante de comida china, que aunque no huele toda la calle, simplemente pasar por ahí, reaviva el hambre. Realmente esta vez, no fue tanta la tortura, pues en la escuela decidí tener un tentempié de pollo enchilado.

Pensando seriamente si fumar un cigarrillo o posponerlo para el día de mañana, seguí caminando en línea recta hasta entrar otra calle recta, cercana a mi destino. A lo lejos logro divisar una silueta, un inconfundible caminar y para mi sorpresa,

¡Carajo!

¡Hueles exactamente igual que hace seis años!

La única diferencia; creo; es que ya no llevas ese aburrido uniforme de colegiala que dejaba tanto a la imaginación y que usas gafas.

Vi en tu mirada ese destello, como buscando o un saludo de mi parte o con ganas de tú saludarme, pero decidí seguir mi camino, recordando lo pasajera que fuiste en mi vida y probablemente en la de muchos jóvenes más, que seguramente si te vieran, harían algo similar. Me trajiste una sonrisa al rostro, he de admitirlo, es impresionante como puedo recordar el aroma de una mujer (una mujer pasajera he de aclarar). Porque no es lo mismo recordar el olor de una amante con la que se viven miles de noches y días de placeres, o ese dulce aroma de las flores, la tierra cuando empieza a mojarse en al desatarse una tormenta, o simplemente el de un buen platillo a comer.
Una mujer pasajera, que pasó a toda prisa hace tiempo, que no tuvo la intensión de quedarse y poca en efecto de volver. Pero que realmente no importaba, porque uno iba de paso también, lo que sucediera o no en esos tiempos, daba igual, no se está preocupado por quien no recibe tu afecto, no se preocupa uno por alguien que no se preocupa por uno.
Lentamente te alejabas en ese encuentro prácticamente instantáneo, dejando en mi camino, aquella estela de perfume (que nunca fue de mi agrado, detallo) y un recuerdo más, que por insignificancia se ha perdido en el olvido, y que ahora aparece, para ser plasmado aquí, en este instante, con la duda y el misterio, que si alguna vez este pequeño relato es por mi releído, recuerde el aroma que tenías hace seis años, que tenías hoy por la calle, y que supongo tendrás cuando eso pase de nuevo.

14 jul 2011

La fría y cálida irrealidad

La habitación se encuentra tan llena de nada, que es difícil saber donde se está pisando, en cada paso me encuentro con mentiras elaboradas finamente por mi mente, que se confunden con la realidad y que incluso, llegan a formar parte de ella, he ahí cuando todo se torna confuso.

¿Qué de todo lo que hay es verdad?
¿Cómo puedes reconocer lo real de lo irreal? es más, ¿cómo interpretar sin llegar a lo surreal los fenómenos que acontecen fuera de mi mundo?

En el juego de encontrarse con las verdades y las mentiras, debes ser meticuloso, porque algunas verdades parecen mentira y otras mentiras se ven tan reales,
¿Cómo ser un amigo de aquel que busca tu amor, cómo ser el amor de alguien que busca un amigo? ¿Quien está mal? ¿De quien ha sido la culpa?
¿De aquel que brindó su confianza para ser un gran amigo?, ó ¿De aquel que entrega la misma para ser un gran amor?

La única diferencia entre estas dos personas es el amor y el cariño que una siente y la otra no.

Recordé con minuciosidad la noche pasada.
Me dirigía a su casa, buscando algo de compañía, encontrando conforme me acercaba mayor soledad, sentir la lejanía en su cercanía, y entre más profundo entraba, más afuera me sentía. Fuera de mí por su puesto, tan dentro de su calor, pensando fríamente en lo tonto que resulta buscar compañía cuando lo que se necesita es soledad para pensar. Pero estando solo se busca compañía para no pensar en soledad. ¡Qué complicado resulta!

Resulta irónico también eso de estar y no estar, llegar y ver que la única persona que faltaba y que sigue faltando soy yo, no me encuentro en ninguna parte, busco por todo el lugar y en efecto, no estoy yo. ¡No soy yo!

Que si me quedo, que si me alejo, que más da si no estando estoy y cuando estoy no me encuentro.

No se donde estoy, estando aquí preguntándomelo con frecuencia. Camino sin rumbo y se por donde camino, doy pasos firmes y tiemblo de miedo porque no siento el piso.

Me gusta mucho quien eres cuando no sabes que me gustas por quien eres, en cuanto te enteras todo cambia, pues distas mucho de ser la persona que amo, lejos parece mejor que cuando cerca, pues lejos no sabes lo mucho que me gusta como eres, estando cerca es imposible ocultarlo y comienza de nuevo esa transformación.

¿Qué puedo hacer?, soy humano, no elegí de ti enamorarme.
¿Qué puedes hacer?, también lo eres tú, no elegiste de mí la amistad.

Fueron cosas, pequeños y grandes momentos, que con el paso de los años, nos han llevado a sentir el afecto que sentimos, cada quien a su modo, cada quien pensando en un bien común, que evidentemente no fue el mismo en cada uno de nuestros mundos.

2 jul 2011

Las tardes soleadas de verano.

Te recomiendo escuchar mientras lees:

(no es video, así que puedes leer con calmita)

Cualquiera recordaría con alegría, las tardes soleadas de verano, corriendo por las calles buscando una fuente o algún lugar con agua, y mojarse con toda la chiquillada sin importar algo más.

Que distintos son los veranos de la infancia con este verano en especial. Tardes nubladas, lluvia casi todo el día. Me quedo con mis recuerdos, siempre con mis recuerdos, que al final, creo que ni son míos. Recuerdo muy poco de mi infancia, y no quiero revivir nada de aquellos recuerdos.

Camino bajo la lluvia, preguntandome una y otra vez que es lo que me hace estar tan solo, si tengo personas preciadas a mi lado que me quieren y me cuidan. Que aún rodeado de ellos tengo esta molesta necesidad de querer tener compañía y a su vez, de estar solo mirando, como la vida puede llegar a ser tan divertida y a veces demasiado aburrida o aturdidora.

Quiero algo de compañía, porque una parte de mí se ha ido. Está buscando por ahí a alguien en apuros, a quien darle buen consejo, tratando de hacer feliz al prójimo, o al menos a la gente que le interesa a esa parte. Por otro lado se encuentra el resto de mi persona, buscando a esa otra parte que le de buen consejo, y que nos haga feliz. Le seguimos el paso con prisa, siempre uno atrás de el, pero nunca lo hemos alcanzado. No existe un equilibrio donde todos salgamos beneficiados.

Buscando más razones, un tanto empapado, sin percatar que me he parado en un gran charco, observo a mi alrededor para ver hacia donde dirigir la marcha, pero todo es más oscuro, más nuboso así que decido simplemente caminar a ciegas. Que más da, ya vendrá una pared o algo que me detenga, seguro llegará uno de esos ángeles perdidos que trataran de ayudarme, aceptaré la ayuda, y cuando se distraiga simplemente me escabulliré y seguiré mi camino solitario, preguntandome porque estoy solo.

Con frecuencia llegan personas, atractivas, interesantes, e incluso muy divertidas, pero tienen algo, algo que me hace fácil llegar a ellas, y eso sin duda hace que pierda todo el interés.

Ha caido la noche, la tormenta se hace más grande, no importa buscar refugio, ya no se puede estar más mojado que como estoy. No hay parte de mi ser que no tenga una gota de agua. La ropa es un estorbo, el bosque es grande, nadie observa (y que importa si alguien lo hiciera), me despojo de mis prendas, camino desnudo a paso lento. Me han dado muchas ganas de subir a un árbol y mirar como llueve, un rayo alumbra todo momentaneamente, alcanzo ver un lago a lo lejos, ¡Quiero ir a nadar! Bajo rápidamente del árbol y camino con el mismo paso lento hacia el agua, me tiro panza arriba y me dejo llevar, no tengo ganas de nada, solo de descansar.

Arrojan un salvavidas, el cual me golpea la cara. Lo miro y sonrío.
-"Estoy bien."-
Les grito -"Sólo sigan su camino"

Flotando me pregunto. ¿Por qué carajos estoy solo?, soy una buena persona, tengo mucho por compartir, ¿Porque nadie quiere compartirlo conmigo?.
Un rayo más ilumina mi mente, hay personas que me quieren y que sin dudarlo estarían conmigo, pero no, no quiero, no me agradan, no me gustan, tienen eso que las hace tan repulsivas para mi, eso llamado "interés". No me gusta el rechazo, pero tampoco que me admiren si no hice algo admirable. Las evado para seguir a solas en mi camino, y me encuentro con mujeres atractivas, que llaman totalmente mi atención, tienen eso que busco, eso tan grande que me llama con locura, y no es su indiferencia, si no esa atención a ratos, ese cariño limitado, la dichosa amistad. Por más que intente jamás estarán conmigo, al menos no como lo deseo, hasta me he aprendido su discurso, que bien, así ya tengo excusas, ya tengo el motivo.

¿Porqué no lo habia pensado antes?

Creo que siempre busco amores imposibles, para seguir solo y tener una buena excusa cuando me preguntan "¿Porqué estas solo?"

Cuando finalmente el que quiere estar a solas preguntandose todos esos misterios del amor, soy yo, solo yo, siempre yo. Que al final, cuando todos se harten de mi, y se alejen en su camino, conmigo tendré que lidiar, no con alguien más.