13 abr 2009

Motel Amori Leggeri

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La paz duró muy poco en la Piccola Firenze, lejos de estar en paz con la ausencia de "Renatto el Guapo" el barrio italiano está en pleno caos, la gente ahora más atemorizada que nunca, sin la dichosa protección obligatoria de Renatto, ahora las mafias japonesa y rusa hacen y deshacen a su gusto, el salón Corzzollio se encuentra cerrado a partir de la extraña desaparición de Renatto pues allí fue el último sitio donde se le vió, sin contar que era de los máximos contribuyentes para su manutención.

En tan solo una semana la tienda del albino Giorgio ha sufrido varios ataques nocturnos, a tal grado que permanece cerrado todo el tiempo y nadie sabe nada de él. Todos los establecimientos cierran antes del anochecer, y la magia de la Piccola Firenze se está perdiendo poco a poco, excepto en esa esquina de la avenida 23 con la gran avenida ya a las afueras del barrio, donde solo la vida es nocturna, todo es glamour y los solteros, casados, divorciados, mafiosos, ricos, pobres y cualquier hombre solitario se va a divertir, el famoso "Motel Amori Leggeri"(Amor de un Rato).

Con mujeres de todas las nacionalidades, y muy bien dotadas cabe aclarar, no hay día en el que deje de haber personas en el motel, sin importar el clima, y al parecer sin importar también lo que sucediera en la Piccola Firenze, siempre habia actividad en el Motel. Una mujer llamaba la atención de todos pues a pesar de ser la más bella, nadie se le acercaba, pues corrían rumores acerca de ella, vagos todos, pero siempre presentes (e incompletos) se decían tantas cosas que a ciencia cierta, nadie sabía porqué, pero todos sabían que "la messicana" era de temer.

De su origen se sabe poco como el de la mayoría de los que habitaban en la Piccola Firenze, es por ello que el lugar conservaba siempre un toque de magia y misterio. Desde que se colonizó el barrio ella ya se encontraba aquí, sin domicilio alguno y siempre bien vestida, la messicana rondaba todas las noches hasta conseguir lo que deseaba, algunas personas cuentan que se su nombre es Estefanía Mateos pero a fin de cuentas solo era otro más de los rumores.

La messicana no solo era famosa por la ausencia de clientes, si no por el tatuaje que tenía a la altura de su omoplato derecho con la figura de un craneo y una cicatriz tapando lo que alguna vez fue un nombre (al menos eso parece) y por esa hermosa sonrisa, que cual si fuera medusa, se dice entre tanta leyenda que aquel capaz de ver su sonrisa, esta a su merced, y no se vuelve a saber de él, pero en realidad jamás se supo de alguna persona que hubiera desaparecido, quizá por lo mismo que es tanto el miedo que nadie se le acerca siquiera para preguntar acerca de su servicios.

Se sospechaba también que ella es la dueña misma del motel y que se dedica a prostituir a todas las mujeres que llegan buscando trabajo a la Piccola Firenze o bien algunas más jovenes que son vendidas por americanos que son mucamas y al cumpir la mayoría de edad son enviadas fuera del motel a ganarse la vida con sus cuerpos.

Poco sabía de ese lugar hasta hace no mucho, que se escuchó la puerta de mi casa golpear, afuera se hayaba una una jovencita de aproximadamente unos 13 años de edad, bastante desorientada y en andrajos, sin pensarlo la pasé a mi domicilio y le pedí que se calmara, le pregunté que si estaba bien y asintió con la cabeza, le ofrecí agua y una vez más movio su cabeza afirmando, pregunté su nombre y no respondió. Cinco vasos después por fin más relajada, puse un poco de pasta en la mesa y sin titubear la devoró cual si no hubiera comido en un par de días o más.

No sabía ni que hacer con esa niña, si con problemas podía vivir yo solo en esa pocilga, ahora bien, si alguien la veía conmigo, sin duda alguna no faltaría algún curioso que le dijera a otro curioso y no tenía la frialdad necesaria para regresarla al motel o dejarla en la calle a su suerte, menos con la situación actual de la Piccola Firenze. le mostré donde estaba el baño y le dije que no saliera de la casa, en verdad necesitaba fumar un cigarrillo, salí a dar la vuelta por el barrio, para ver si algo sucedía allá fuera, para mi sorpresa nadie buscaba a esa niña, ni siquiera había actividad, claro, después de tantos asesinatos y atentados ya nadie se atrevía a salir de sus casas más que por lo indispensable para medio vivir.

Recorrí toda la 23 una y otra vez, consumiendo uno a otro mis tabacos, hasta que por fin decidí ir al motel, después de ser recibido por todas esas mujersuelas, entré al lugar, en malas condiciones y sin alguien atendiendo en el lugar y con toda la estupidez del mundo a mi favor solo decidí entrar para encontrar algo que no sabia buscar, pues ni siquiera tenía la menor idea de que era eso que en el fondo sabía no desearía encontrar.

Recorrí la planta baja sin ver más que parejas entrando al motel, caras conocidas, unas avergonzadas otras tantas solo me sonreian, pero con toda la indiferencia que me caracteriza, solo seguí mi camino hacia el segundo piso, para mi sorpresa el segundo piso no era fácil de accesar, dos individuos de gran estatura y musculatura bloqueaban el paso a las escaleras, mi curiosidad incrementó y más que querer subir para saber más de la niña, mi deseo era meramente infantil, quería subir para saciar mi curiosidad y morbosamente anhelaba encontrar algo turbio o sucio para quizá quitarle un poco lo patético a mi aburrida vida.

Entre todas las acciones que pude haber elegido para subir a conocer el misterio del Amori Leggeri, a mi mente solo venían las más estúpidas, como golpear sigilozamente la nuca a uno de esos gorilas, o bien simplemente subir corriendo por esas escaleras, conforme mi curiosidad aumentaba, mis ideas se reducian y al parecer tambien mi inteligencia.
Me senté en el corredor principal pensando que hacer, hasta que la idea más "coherente" llegó a mi mente, salí del lugar llamé a la primer chica que se apareció frente a mi y le dije que le daría mucho dinero si me llevaba a la planta alta (cosa que era un poco falsa pues no traía más que una caja de cigarrillos casi vacia y las llaves de mi casa.) Solo se quedó observandome, me dijo que no podía ayudarme ella pero sabía quien si lo haría, se dió la vuelta, tomé un cigarrillo más, pensando en que cosas extrañas encontraría allá arriba. Se acercó a mi una hermosa mujer cubierta con un al parecer costozo abrigo de visón, el cual cubría su cuello, parte de su espalda y caía por ambos brazos, tomó mi mano y me vió directo a los ojos, su mirada era tan profunda y penetrante que solo me dejé llevar por ella hacia adentro del motel, antes de entrar, se acercó a mi, rodeó mi cuello con ese trozo de piel, me jaló con fuerza hasta poner mi cuerpo frente al suyo, me abrazó de un modo tan sensual, mientras recorría mi cuerpo, hasta llegar a mis testiculos, los cuales apretó con mucha fuerza, besó mi mejilla y los dos sujetos de las escaleras ya estaban detrás de mi revisandome, al ver que no tenía más que cigarros y mis llaves me soltaron, la mujer dió la vuelta y hasta ese momento supe quien era, ese tatuaje en su espalda era inconfundible, tal como la gente lo describia, ese craneo y un nombre casi invisible abajo la cicatriz.

La messicana solo me observaba y les dijo a los sujetos que se fueran, que nos dejara solos, fingiendo serenidad solo saqué un cigarrillo y lo encendí, me tomó una más vez de la mano y me llevó con ella hacia esas misteriosas escaleras, me dijo que si estaba interesado en comprar, no entendí nada de eso, pero asentí con la cabeza y mirandola con bastante seguridad, aún cautivo de su mirada, seguí el camino, subimos las escaleras, y llegamos a un acensor, un señor de corta estatura y vestido de traje abrió el acensor, curioso pues solo tenía 2 botones, uno para subir y otro para bajar, lo que indicaba que iba para un solo lugar, minutos más tarde se abrió en una especie de bodega sin cuartos, es decir, todo el ancho y largo del hotel, al abrirse el acensor nos recibió un fétido aroma y gritos y lamentos se oían por todo ese lugar resonando por el eco que dicho espacio generaba, me preguntó de que edad la buscaba y solo me quedé mirandola directo a los ojos, un tanto impaciente su hermosa sonrisa se comenzó a borrar y preguntó que si era la primera vez que iba a realizar una compra, asentí con la cabeza y me guió por la bodega, había toda clase de mujeres, desde niñas hasta ancianas, todas atadas de pies y manos y escasas de algún ropaje que las cubriera, mi morbo ahora era terror, encendí otro cigarrillo y le dije que no era lo que buscaba, que mis intereses eran otros, ahora con toda la seriedad del mundo volteo a verme y comprendí que estaba en serios problemas, ella siguió caminando hacia el fondo del almacen y alcanzé a ver una escopeta recargada en la pared, dí media vuelta y caminé de regreso al ascensor esperando que sucediese lo peor, justo antes de llegar al ascensor pude ver una puerta entreabierta, corrí prontamente a ella y llegué a unas escaleras de servicio que indicaban las direcciones, (hacia abajo el piso 12, hacia arriba el piso 14), bajé sigilozamente y al salir pude ver el area vacía seguí bajando las escaleras hasta llegar justo a un costado del elevador que abordamos para subir, era prácticamente imposible salir sin ser visto de ese pequeño pasillo, así que regresé al segundo piso para bajar por las escaleras principales, al bajar, noté que ya no estaban los dos sujetos en las escaleras, así que solo corrí, salí a prisa del motel, caminé por la acera y llegué por fin a mi casa, un tanto asqueado, y sorprendido por lo que había visto, no había notado que la pequeña joven ya no estaba, mi ventana estaba abierta, revisé mis cosas de valor y sorprendentemente no faltaba nada, excepto una camisa que estaba sobre mi cama, algo más era raro, todo estaba en orden, la joven había acomodado todo, cual si viviera una ama de casa conmigo, años después me encontraría con esa joven, fue a mi casa, bien vestida, hablando perfectamente italiano, me dió las gracias por todo, la invité a pasar a casa, sacó de su bolso una vieja camisa me dio una vez más las gracias y por fin supe que había sucedido esa noche de invierno de 1937 cuando una niña de nombre Mukantara había tocado a mi puerta.

9 abr 2009

La amabilidad de la gente

Viejo escrito:
lo encontré en mi mochila de la secu, así que facilmente ha de tener como unos 7 años o más allí guardado:

Son tan buenas sus intenciones, siempre metiendose allí donde nadie los llama, pero son tan gentiles que te dicen las cosas que no quieres oir, las cosas que ni preguntaste.

Chismes, ciertos o no, a fin de cuentas chismes, ni siquiera debía oirlos por otras personas, pero siempre llegan, falsas verdades, ilusiones estúpidas, resulta que es una "verdad" elaborada con una red de las más finas mentiras, mentiras blancas, que a nadie lastiman en conjunto, pero al separarlas vaya que son dolorosas.

Juegos de niños, bromas pesadas, no sé lo que sean, solo sé que duelen.
Esta vez caí redondito en la broma, solo fue otro tonto sueño bonito, la pesadilla es despertar!!!!

Cual marioneta me dejé mover por el titiritero (malo que fuera ventrilocua porque la mano se mete por otro lado).

Hoy me siento el hombre más estúpido del planeta y todo gracias a la amabilidad de la gente, que es tan gentil contando sus estúpidos puntos de vista....







Que me habrá pasado ese día? no lo recuerdo, porque lo escribí? menos!!!, solo sé que necesito esa mochila para hacer mi maleta jaja

7 abr 2009

Son tantas las historias

Hay 21 años de historias que contar
cada 24 horas nace una más,
365 historias por año
aunque a veces desaparecen
las menos agradables de recordar.

Muchos chistes contados
miles de risas compartidas
chismes y tonterías
son buenas historias algunas veces

Lo único que no comprendo es:
Si tenemos miles de cosas que contar,
chistes de que reir, y secretos que ocultar,
¿Porque despues de besarnos, me dejas sin palabras?
Con una sonrisa graciosa,
con todo el interés de oir una historia más,
de contar algo divertido,
de compartir más y más,
pero no, solo callo, miro tus ojos,
me abrazas, sonries
y surge una historia nueva para contar,
misma que no puedo olvidar,
y que disfruto volviendola a contar.